Sinopsis
de la conferencia sobre el Modernismo Literario.
Colectivo
Artístico Revista Retazos Literarios.
Impartida por: Ezequiel Fernando Urbina Rodríguez.
Introducción.
La conferencia se brindará el 11 de
diciembre del corriente año, constará de 3 contenidos:
1. Historia y significado del modernismo, desde que se inventó la literatura
2.
Principales
Poetas modernistas.
3.
La
poética modernista de Rubén Darío.
I. Historia
y significado del modernismo.
En el plano literario, es
el Modernismo la actitud de escritores que, al rechazar tajantemente la cultura
hispánica se tornan hacia la francesa en particular, hacia los ideales
literarios de Francia, apuntando una renovación artística de Hispano-América.
Respecto al
afrancesamiento tan pronunciado y evidente en la formación del movimiento
modernista, Octavio Paz afirma: “Cuando la ola del romanticismo se retira, el
paisaje es desolador: la literatura española oscila entre la oratoria y la
charla, la Academia y el café” (Paz, citado en Yai, 1974: p.9). Federico de
Onís por su lado da los motivos de la influencia extranjera, en particular
francesa, sobre los modernistas:
El
afrancesamiento, que es el carácter más aparente de la época, resultó
paradójicamente significar la liberación de la influencia francesa, por ser la
Francia de entonces escuela e impulso de extranjerización. En este respecto el
americanismo del movimiento modernista está en la capacidad de los americanos
para asimilar y mirar como propias todas las formas de la cultura extranjera,
mucho mayor, sin duda, que la de Francia al seguir aquella misma tendencia de
la época. El americanismo siente como suya todas las tradiciones sin que
ninguna le ate al pasado, y mira al porvenir como campo abierto a todas las
posibilidades; sabe que América es hija de Europa y que al mismo tiempo no es
Europa; aspira como cosa natural a sintetizar e integrar en América y en sí
mismo todo lo que le llega de afuera, lo mismo que sus pueblos absorben la
inmigración diversa, que en los días del Modernismo llegaba a todos ellos con intensidad
variable y contribuía a su crecimiento y prosperidad… (Ib).
El Modernismo sería
entonces la metamorfosis de la “nueva literatura” mejor dicho de la “nueva
poesía francesa bajo las denominaciones de simbolismo y Parnasianismo” (Ib).
El Modernismo es, ante
todo, una actitud intelectual en el tratamiento de la lengua; una tendencia,
una corriente literaria basada en el gusto por la literatura, el placer
estético y la diversidad. Un estilo fundamentado en las creaciones y en el
ritmo como ideales, a los cuales queda ligado el tema. Los rasgos esenciales
que lo caracterizan son las correspondencias entre la vida íntima del poeta
(artista) y el mundo de los objetos, la libertad creadora; intimidad
individual; la oposición tristeza, nostalgia y alegría, la evasión del mundo
material (elevación), el gusto por la extravagancia, lo extraño, lo bello, lo
vulgar, la elegancia, el color; el culto de la forma (la prioridad a la misma);
la búsqueda de la exquisitez, el amor y de lo novedoso, y de la musicalidad; la
fuerza de la sugestión; el cosmopolitismo (nativismo y extranjero); y el gusto
por el verso libre y la prosa poética. Para José María Valverde:
El
modernismo, en su aspecto más superficial, tenía mucha decoración exótica,
antigüedades clasicistas con faunos y ninfas de escayola, decorados medievales
y fantasías morbosas en ambiente dandy-alcohol
nocturnidad, disipación moral, sed de belleza pura, pero lo decisivo fue que
acertó a introducir un lenguaje más rico y refinado. En la forma poética, dio
nueva vida a la métrica, y trajo otras dimensiones imaginativas para las
metáforas y los temas. El estilo modernista resultaba así exquisito, matizado,
sorprendente, por ejemplo, en los colores, no se usaban los acostumbrados
elementales, sino una detalladísima paleta […] Pero, además, ese lenguaje
refinado se hizo capaz de encontrar nuevas bellezas en lo conversacional,
incluso con ironía, y a veces recurriendo a lo vago, a lo impreciso –al modo de
Verlaine-, todo ello con reciente pretensión de perfección artística (Valverde,
1981:p.42)[1]
La voluntad de cambio
como principio rector del modernismo fue encabezada por el cubano José Martí
(1853-1895); lo que le colocó como el fundador de la corriente modernista, el
más grande y completo en cuanto a la diversidad de sus actividades y el dominio
tan vasto de sus conocimientos
Martí fue poeta patriota
y revolucionario, pro-independentista y antiamericanista (Norte América);
prosista, evidencia los procedimientos, diríase predilectos, del modernismo, a
saber: sinestesia, analogías refinadas y combinación adecuada de colores. Su
producción poética representada por Ismaelillo
(1882), Versos sencillos (1891) y Versos
libres (1878-1882) están cargados de musicalidad, imágenes
plásticas y de correlaciones que atestiguan la pertenencia de Martí al
modernismo. Además de José Martí, iniciador del movimiento modernista para
unos, y para otros del pre-modernismo; cabe mencionar a otros precursores de
renombre desde el nivel su producción artística; tal son los argentinos Ángel
de Estrada (1872-1923), quien escribió Ensayos
(1889), Los espejos
(1895), Cuentos
(1900) Alma nómade (1902); y Leopoldo
Lugones (18741938) reconocido como modernista, sobre todo con su obra Lunario
Sentimental
(1909). En Cuba, además de José Martí, surge la figura artística de Julián del
Casal (1863-1893) con sus libros de poesía Hojas al viento
(1890) y Nieve (1892). En México, fueron modernistas
Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895) esencialmente prosista, fundador de la
revista Azul, en 1894 publicó una colección de
cuentos Cuentos frágiles (1883) entre otras
publicaciones; y Manuel José Othón con sus libros Poesías
(1880) y El himno de los Bosques (1890) de corte
parnasiano y aun clasicista; y por fin, Luis G. Urbina (1868-1934) quien
publicó Versos (1890), Estampas
de Viaje (1919) entre otros. En El Perú, aparece el prosista
Clemente Palma (1872) con sus obras Cuentos malévolos (1921)
y Historietas malignas (1924). En
Guatemala, citamos a Enrique Gómez Carrillo (1873-1927) quien publicó en 1892 Esquisses
y Maravillas (novela) en 1899; y al
poeta y narrador Rafael Arévalo Martínez (1884) con sus obras Los
atormentados y El hombre que parecía un caballo,
ambas en 1914.
Pedro Prado (1886-1952)
se destacó como el principal escritor modernista de Chile, publicando Flores
de Cardo (1908) un libro de poesía y luego, en 1912, La
casa abandonada, otro en prosa. En Colombia tenemos a
José Asunción Silva (1865-1896) con su Nocturnos
(1894). Al lado de la figura más representativa del modernismo en Colombia,
conviene citar a otros colombianos que pertenecieron a dicha tendencia como
Guillermo Valencia (1873-1943) con su obra Ritos
(1899), Porfirio Barba-Jacob con Rosas negras
(1933) y Tomás Carrasquilla (1858-1940) con su obra Frutos de mi tierra
(1896).
En Ecuador, conformaban la generación
modernista denominada
“decapitada”,
Arturo Borja, Ernesto Noboa y Caamaño, Medardo Ángel Silva y Humberto Fierro.
Con razón o sin ella, la obra representativa de la época es La
flauta de Oniz de Arturo Borja publicada en 1920, fecha
que marca los últimos días del modernismo en dicho país.
El panameño Darío Herrera
es quien defendió los ideales estéticos del modernismo en su patria con la
publicación de Horas lejanas
(1903); libro en que alterna versos y prosa.
El modernismo fue llevado
a su paroxismo en Uruguay por José Enrique Rodó (1871-1917) con sus obras Motivos
de Proteo (1909). En Venezuela retendremos a Manuel Díaz
Rodríguez (1871-1927) sobre todo por sus obras Sensaciones de viaje
(1896) y Cuentos de Color (1899). Eloy Fariña
Núñez (1885-1929) es, en Paraguay la figura más destacada del movimiento
modernista al publicar su libro de poesía Canto secular
en 1911 y Cármenes en 1922. Y por fin en
Brasil, Novos Poemas (1929) y Poemas
Escolthidos (1932), colocan a su autor Jorge Lima
como el iniciador de la explosión modernista en tierra brasileña; en Nicaragua es Rubén Darío el máximo exponente del
modernismo.
En todo el continente
latinoamericano, los modernistas se han distinguido por su voluntad estética de
renovación que se tradujo en un prodigioso enriquecimiento del vocabulario
castellano y de sus posibilidades expresivas (imágenes, plasticidad,
cromatismo, nuevos ritmos y sonoridades y contenidos); ajustando el aporte
latinoamericano a un movimiento cada vez más amplio; haciendo del modernismo
una verdadera transformación del lenguaje poético. Su talento verbal de
artistas, no estaba, en ningún momento, en duda aunque se iba disolviendo en
virtuosismo.
A las innovaciones
formales que caracterizaban el movimiento, habrá que contemplar una
interiorización del discurso modernista estructurada a menudo por la presencia
de un yo-actuante (autor-actor/poeta-actor); un espacio, sea regional o
nacional, sea universal en el que el relato poético y la intervención de
actuantes eran a veces, de origen mitológico.
II.
Principales
Poetas modernistas.
Rubén Darío (nicaragüense, 1867-1916). Poeta, periodista y
diplomático, considerado fundador del modernismo con su poemario. (1888), y
célebre por sus poemarios Prosas profanas (1896), Cantos de vida y
esperanza. Los cisnes y otros poemas (1905) y sus libros de prosa Los
raros (1896), Peregrinaciones (1901) e Historia de mis libros
(1916), entre muchísimas otras obras.
Leopoldo
Lugones (argentino, 1874-1938). Poeta, ensayista y periodista de fuerte
raigambre nacionalista, precursor del relato fantástico y de ciencia ficción
rioplatense. Se suicidó ingiriendo cianuro. Sus obras poéticas más célebres son
Las montañas del oro (1897) y Los crepúsculos del jardín (1905),
de fuerte influencia simbolista.
José
Martí (cubano, 1853-1895). Político, periodista, pensador, filósofo y
poeta, fundador del Partido Revolucionario Cubano, murió durante la Guerra de
Independencia Cubana, luego de haber viajado por todo el continente y haber
escrito una obra poética y en prosa de muchísimo valor, en la que destacan las crónicas de
Nuestra América (1891) y las poesías de Edad de oro (1878-1882) y
Flores del destierro (1878-1895).
José
Asunción Silva (colombiano, 1865-1896). Poeta y viajero, de obra breve pero
importante, en la que destaca El libro de versos (1923, póstumo). Se
suicidó de un tiro en el corazón a los 30 años.
Amado
Nervo (mexicano, 1859-1895). Periodista, poeta y diplomático, es célebre
por su amistad con Oscar Wilde en París y por sus obras El bachiller
(novela, 1895) y los poemarios Perlas negras, Místicas (1898) y La
amada inmóvil (póstuma, 1922).
Delmira
Agustini (uruguaya, 1886-1914). Poeta proveniente de sectores pudientes de
la sociedad, cuya educación le
permitió figurar a pesar de las discriminaciones
machistas de la época. Destacan en su obra El libro blanco (1907), Los
cálices vacíos (1913) y Correspondencia sexual (póstuma, 1969).
Manuel Machado (español, 1874-1947). Poeta y dramaturgo, hermano del
célebre poeta Antonio Machado, publicó una extensa obra poética en la cual
destacan Alma (1902), Los cantares (1905) y El mal poema
(1909), entre muchos otros.
Manuel Díaz Rodríguez (venezolano, 1871-1927).
Ensayista, novelista y cuentista, entre cuyas obras más relevantes están las novelas Ídolos rotos (1901) y Sangre patricia (1902),
así como los ensayos Prosas del arte, justicia y devoción (1918) y Entre
las colinas en flor (1935).
III.
La
poética modernista de Rubén Darío.
El
vagabundo del mundo literario y máximo exponente del modernismo
Hispanoamericano Rubén Darío; fue el poeta más representativo del siglo XX, y
quizás uno de los mejores poetas de todos los tiempos, en este tema conocerás
todo lo relacionado a su majestuosa poética inspirada en la poesía francesa, el
Romanticismo de Víctor Hugo, la influencia de los parnasianos:
Théophile Gautier, Leconte de Lisle, Catulle Mendès y José María de Heredia y
sin duda la Literatura Griega y Romana
El movimiento modernista
como tendencia basada en la individualidad, fue representada por varios
escritores en todo el continente, y en su respectivo país de origen. Además de
esta consideración, el modernismo está indudablemente ligado a la figura del
nicaragüense Rubén Darío, quien divulgó las exigencias, prioridades y los
sentidos del nuevo arte hasta lograr el triunfo dentro y fuera del
sub-continente latinoamericano. Para ello, en este apartado, echaremos un
vistazo sobre el artista y su producción como la bitácora del modernismo. Una
poética que además de todo lo nuevo, da importancia a la memoria y a la
sensibilidad del lector; puesto que la poesía modernista, en particular la de
Darío, da siempre que sugerir y evocar constantemente; ambos hechos como
fundamentos del ideal poético de base. El propio Darío afirma lo siguiente:
[…]
ser el vínculo que haga una y fuerte la idea americana en la universal comunión
artística.
[…]
Levantar oficialmente la bandera de la peregrinación estética que hoy hace con
visible esfuerzo, la juventud de la América Latina a los Santos Lugares del Arte
y a los desconocidos orientes del Ensueño.
[…]
Trabajar por el brillo de la lengua castellana en América, y, al par que, por
el tesoro de sus riquezas antiguas, por el engrandecimiento de esas mismas
riquezas en vocabulario, rítmica, plasticidad y matiz.
[…]
Luchar porque prevalezca el amor a la divina belleza, tan combatida hoy por
invasoras tendencias utilitarias. (Darío, citado en Yahni, 1974: 7).
La importancia del
modernismo está ligada tanto a la persona de Darío como al conjunto de su
producción artística caracterizada por un estilo innovador y cosmopolita. Una
poética que se define en otros términos como un abismo del lenguaje, una
búsqueda perpetua de un ideal artístico por restricción, una poética, una
musicalidad verbal; por entre cuyas notas transmite el “Papa” del modernismo,
su propia sensibilidad al lector.
En el prefacio a su Cantos
de vida y Esperanza (1905), Darío define lo esencial de su
poética en los términos siguientes:
El
movimiento de libertad que me tocó iniciar en América se propagó hasta España,
y en tanto aquí como allá el triunfo está logrado. […] En todos los países
cultos de Europa se ha usado del hexámetro absolutamente clásico sin que la
mayoría letrada y, sobre todo, la minoría leída se asustasen de semejante manera
de cantar. […] En cuanto al verso libre moderno… ¿no es verdaderamente singular
que en esta tierra de Quevedos y Góngoras, los únicos innovadores del
instrumento lírico, los únicos libertadores del ritmo, hayan sido los poetas
del Madrid Cómico y los libretistas del
género chico?
Hago
esta advertencia porque la forma es lo que primeramente toca a las
muchedumbres. […] Cuando dije que mi poesía era <<mía, en mí>>
sostuve la primera condición de mi existir, sin pretensión o voluntad ajena, y
en un intenso amor a lo absoluto de la belleza.
Al
seguir la vida que Dios me ha concedido tener, he buscado expresarme lo más
noble y altamente en mi comprensión; voy diciendo mi verso con una modestia tan
orgullosa que solamente las espigas comprenden, y cultivo, entre otras flores,
una rosa rosada, concreción del alba, capullo del porvenir, entre el bullicio
de la literatura.
Si
en estos cantos hay política, es porque aparece universal. Y si encontráis
versos a un presidente, es porque son un clamor continental. […]; de todas
maneras, mi protesta queda escrita sobre las alas de los inmaculados cisnes,
tan ilustres como Júpiter. (Darío, 1992:109-110).
En este texto
argumentativo, Darío va presentando lo que consistió la estética modernista. El
arte modernista de el propio autor se ha fijado como objetivo, la afirmación de
la libertad creadora, el enriquecimiento del lenguaje poético que tiende a ser
musical “manera de cantar” // “voy diciendo mis versos”; como fin de una época
y comienzo de otra. El texto modernista, sobre todo el poético, debe ser, más
que leído, declamado; pues es una invitación al uso de una estrategia
comunicativa marcada por un estilo que pone de realce las actividades visual,
auditiva y sensorial.
De su verdadero nombre,
Félix Rubén García Sarmiento, Rubén Darío (1867-1916); nació en Metapa,
provincia de León en Nicaragua. Estudió en el Instituto de Occidente, viajó a
El Salvador, Chile —donde trabajó como periodista—, a París y Madrid. De joven,
en León, Rubén Darío emprende su labor de poeta de oficio “poeta popular” con
su Versos civiles (s.f) en los funerales,
las bodas y en las ceremonias oficiales. Poeta con visiones cosmopolitas, Darío
instituye tempranamente una poética de sensibilidad latinoamericana recurriendo
a la métrica clásica. A los quince años, precisamente en 1885, escribe Primeras
Notas (s.f), un himno a la gloria de la musa nacional. En
Chile, publica Abrojos
(1887), canto épico dedicado a dicha nación; y Rimas
(1888), libro de poesía en el que pone de manifiesto la influencia extranjera
recibida de los poetas clásicos del continente europeo y sobre todo españoles.
En junio del mismo año, edita su obra maestra Azul,
donde compila cuentos y poemas de su autoría; libro que merece atención
particular.
La palabra “azul” es una
adaptación de la francesa “azur” que se refiere a la costa de Azur del
mediterráneo entre Menton y Toulon. En el ámbito literario, es el color del
cielo, de las olas y el arte. En resumidas cuentas, “Azul” simbolizaría el
infinito, la perfección, el ideal y el mundo espiritual.
El tema central de libro Azul
es la lucha y anhelos del arte frente a una sociedad insensible y positivista;
lo cual se expresa a veces con tonos patéticos mediante sueños y alucinaciones,
aunque de manera general predomina el tono idealizante.
El capítulo “El año
lírico”[2]
compuesto de ocho poemas, es uno de los tantos que traduce, a nuestro modo de
leer, la estética modernista de Darío; para ilustrar el gusto del poeta por las
correspondencias y traducir la exaltación del amor y la naturaleza como
expresiones del estado de ánimo del mismo; un ser indudablemente en pos de un
ideal artístico. El primer poema
“Primaveral” (pp.105-108) del capítulo citado, expresa la esperanza de
renacimiento del arte poética. Los versos “Mes de rosa / Van mis rimas / en
ronda, a la vasta selva, / a recoger miel y aromas / en las flores
entreabiertas // ¡Oh amada mía! Es el dulce tiempo de la primavera”, presentan
la primera de las cuatro estaciones de los climas templados durante la cual la
vegetación renace; y por analogía, se inicia la actividad poética. Los campos
léxicos poético “rimas” y campestre “selva”, “miel”, “aroma”, “flores
entreabiertas”, “bosque” y “hojas verdes” insisten en el momento ideal en que
el poeta reanude su actividad creadora. “Allá hay una clara fuente // donde se
bañan desnudas / las blancas ninfas que juegan // y saben himnos de amores / en
hermosa lengua griega / que en glorioso tiempo antiguo/ Pan inventó en las
florestas // y te diré esa palabra / empapada en miel hiblea”, ponen en
evidencia a la naturaleza como fuente abastecedora de inspiración poética
mediante correlaciones simbólicas y reencarnaciones mitológicas. La repetición
“¡Oh amada mía! Es el dulce tiempo de la primavera” viene como una viva emoción
y expresión de alegría por un momento de éxtasis extrema del sujeto poético.
El segundo poema
“Estival” (pp.109-113) traduce la incompatibilidad de una nature
con una realidad terrestre a través del “tigre” y la “tigre” durante la
actividad de apareamiento, la presencia del Príncipe de Gales y de la escena de
caza. Más allá de las apariencias contenidas en las unidades lingüísticas, el
apareamiento como coloquio amoroso del cual brotará por analogía un “idilio”
evocaría una composición poética de tipo bucólico por la intervención del dios
mitológico “Pan”. Al lado de aquel hecho, se opera otro, pero, antagónico por
la aparición del príncipe cazador, que marca la ruptura del acto de
apareamiento y por ende el de la creación artística; presencia humana que
simboliza la insensibilidad del vulgo ante lo artístico. Tal es pues, el
momento de la creación, siempre presa de dificultades.
El siguiente poema
“Autumnal” (pp.114-116) trata la madurez de las ideas del poeta y la necesidad
de un impulso intelectual de inspiración poética. El ideal poético que traza el
azul, se convierte en otoño en pesadumbre por causa de “las pálidas tardes” y
“nubes tranquilas” imprimiendo una sensación de pesadez en “ardientes manos /se
posan las cabezas pensativas” y una desolación e impotencia tanto física como
emocional: “¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños! ¡Ah las tristezas íntimas!
/ ¡Ah el polvo de oro que en el aire flota! // ¡Oh, sed del ideal!”. Dicho
impulso toma una dimensión trascendental “luz, color, aroma, vida” / “un arpa”.
El poema “Invernal”
(pp.116-119) gira en torno a la angustia, las molestias e inquietudes que
provocan en el poeta un sentimiento de nostalgia por su arte debido a las bajas
temperaturas en invierno:
Noche.
/ La nieve cae en copos, / los delicados hombros y gargantas se abrigan; /
ruedan y van los coches. / suenan alegres pianos, el gas brilla; / si no hay un
fogón que le caliente, / el que es pobre tirita. / Yo estoy con mis radiantes
ilusiones y mis nostalgias íntimas, / junto a la chimenea / bien harta de
tizones que crepitan. / Y me pongo a pensar: ¡Oh! ¡Si tuviese ella la mis
ansias infinitas, / la de mis sueños locos / y mis azules noches pensativas! /
¿Cómo? Mirad: // Dentro, el amor que abraza; / fuera, la noche fría // Dentro,
la ronda de mis mil delirios, / las canciones de notas cristalinas, / unas
manos que toquen mis cabellos, / un aliento que roce mis mejillas, / un perfume
de amor, mil canciones, / mil ardientes caricias; / ella y yo: los dos juntos,
los dos solos; / la amada y el amado, ¡oh, poesía! / los besos de sus labios, /
la música triunfante de mis rimas. (pp. 116-119).
Antítesis y
correspondencias, oposición entre exterior (fuera) e interior (dentro) muestran
la existencia de dos lugares de existencia; uno favorable a la actividad
poética, mientras el otro es del todo contrario. La imaginación del poeta
transforma el sufrimiento del “fuera” durante el invierno a través de signos
que manifiestan sensaciones y alucinaciones visuales y auditivas: “blanca,
luz”, “se imagina cantando alegres con sus lenguas de oro / luego pienso en el
coro / de las alegres liras”. “Invernal” es dialécticamente deseo y rechazo,
movilidad e inmovilidad mediante los significantes “dentro” y “fuera”.
En “Pensamientos de
Otoño” (pp.120-121) se desprende un ambiente de reminiscencia debido al paso
inexorable del año: “Huye el año a su término / llevando del poniente / luz
fugitiva y pálida” lo que provoca en el poeta el deseo de volver a la primavera
“que eterno abril fecundo / de juventud florece / primavera inmortal”.
El penúltimo poema “A un
poeta” (pp.122-123) es una dedicatoria, un homenaje al poeta comparándole con
un dios mitológico: “un titán / Hércules loco”, perífrasis que permite entrever
el quehacer poético, su función social y el aspecto semántico del lenguaje
poético “No es tal poeta para hollar alfombras / Bravo soldado con su casco de
oro / lance el dardo que quema y desgarra / Que lo que diga la inspirada boca /
suene en el pueblo con palabra extraña”.
El poema “Anagké” que
concluye el “Año lírico” traza el destino fatal del arte poética a través de la
imagen del gavilán ante las de la paloma, el palomo y sus polluelos.
En suma, es “El Año
lírico”, por los poemas que lo conforman, la respuesta a la concepción
modernista de Darío. El recorrido cíclico que define su estructura marca el
ciclo de la vida espiritual e intelectual del poeta. La búsqueda del ideal pasa
por el canal de las analogías entre el material, lo espiritual y lo mitológico;
aun entre colores, sonidos y vocablos musicales. Todo eso hace de Darío
modernista e impresionista a la vez.
En 1896, Darío publica
Los Raros, dedicado a José Martí, Edgar Allan Poe, Leconte de
Lisle, Paul Verlaine, Lautréamont, entre otros, que considera como los maestros
de la poesía moderna; y Prosas profanas,
una presentación del arte como dogma hecho de cosmopolitismo, armonía verbal
(musicalidad), lo impreciso y la ensoñación. Edita en 1905 su Cantos
de vida y esperanza en honor a la República argentina y a
José Enrique Rodó. El libro es, en otros términos, una aventura estilística
centrada en la renovación de la métrica, el ritmo; y otra de índole humanística
por medio de exaltaciones de la raza hispánica, la unión de los pueblos
latinoamericanos ante el peligro constante del intervencionismo de todo tipo de
los Estados Unidos de América. Publica en 1907 Canto errante
y Poema del otoño y
Otros poemas tres años después.
En definitiva, el
movimiento modernista se afianza, se consolida y logra mayor difusión con la
obra tan vasta y diversificada de Rubén Darío. Tal situación encuentra
justificación en el estetismo, la búsqueda de la musicalidad, el dogma
exclusivamente artístico (sin contenidos sociopolíticos), el gusto por las
correspondencias sinestésicas y la constante renovación del lenguaje literario,
en particular poético. Dichos valores están plasmados en casi todas sus
producciones y sobre todo en “El año lírico”; y constituyen lo esencial de su
poética. El modernismo definió, delimitó y marcó la eclosión de las letras
latinoamericanas que, desde luego, se inscribieron dentro de las universales
por su calidad artística. Con “El año lírico”, Darío devela el carácter cíclico
de universo donde se descubre el destino del poeta en la vida. Destino marcado
por sueño que le permiten evadirse de ese mundo “En busca de cuadros”[3]
y anhelar la llegada de la primavera “Primaveral”. Búsqueda y momento que
simbolizan creatividad, perfección y encuentro del ideal.
Referencias
Bibliográficas.
Darío, Rubén, Azul, El salmo de la pluma, Cantos de
vida y esperanza, Otros poemas, México, Porrúa, 1992.
————, Azul, México, Leyenda, 2006.
De León, Olver Gilberto, Literaturas ibéricas y latinoamericanas, París. Orphrys,
1981.
Durand, René L.F., Rubén
Darío, París,
Seghers, 1966.
Joset, Jacques, La littérature hispanoamericaine. 1e éd. Paris, Presses
Universitaires de France (PUF), 1977.
https://concepto.de/modernismo/
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